ESTRÉS Y ANSIEDAD
Vivimos en una sociedad intoxicada de cortisol. Las preocupaciones o la sensación de peligro prolongada puede aumentar nuestros niveles de cortisol hasta en un 50% por encima de lo saludable. El exceso de cortisol puede afectar a los ciclos menstruales, a la tiroides, suprarrenales, piel, corazón o incluso a nuestra microbiota intestinal. Pero es fundamental entender q el estrés debilita seriamente a nuestro sistema inmunológico.
Nuestro organismo no hace más q intentar reequilibrar ⚖️y recuperarse de los daños acumulados día tras día. Pero he observado q muchos de mis pacientes debutan con su problema de salud tras un evento de gran estrés vital. No es q sea la causa (como algunos q creen q todo es psicosomática), pero sí ejerce una función de “interruptor” clarísima.
Y es q el cerebro y el cuerpo están interconectados íntimamente. Cuando experimentamos estrés, ansiedad o incluso pensamientos negativos persistentes, nuestro cerebro activa respuestas fisiológicas q afectan la función de nuestro sistema inmunológico y el sistema nervioso autónomo. No es lo mismo una respuesta aguda q nos pone en modo lucha o huída de forma momentánea, q estar con sensación de peligro de forma crónica.
El estrés crónico, puede desencadenar una cascada de eventos que aumentan la inflamación en el cuerpo y debilitan nuestras defensas inmunológicas, haciéndonos más susceptibles a enfermedades físicas y mentales. Numerosos estudios demuestran como el estrés crónico también puede contribuir a aumentar la vulnerabilidad ante las infecciones, o al desarrollo de afecciones como la hipertensión, colitis ulcerosa, la diabetes o las enfs cardiovasculares, entre otras.
Por mucho q mejoremos la microbiota intestinal, quitemos tóxicos, hagamos ejercicio y descansemos mejor, si no aprendemos a gestionar mejor nuestro estrés, todo será pan para hoy, hambre para mañana. Por eso veo fundamental el abordaje psicoemocional de mis pacientes, sea cual sea su patología.